En Bolivia un pastor incita al genocidio

Tema: La Razón Fecha: 23/10/2002

El líder de la red Cristo Viene pudo haber incurrido en apología del delito al proclamar que Irak "ha de ser destruido" por EEUU, según la voluntad de Dios. Derechos Humanos pide a la Fiscalía que actúe.
Sábado 14 de septiembre. Una voz vehemente que estira sus palabras en un suspiro desmayado interrumpe la monotonía de la radio a la hora de la siesta.
"Irak ha de ser destruido, arrasado... —dice con ímpetu—. ¡Guerra a los moradores de Babilonia, contra todo el pueblo iraquí que está en medio de Babilonia! Todo el pueblo, dice la Escritura, hombres y mujeres, van a ser como mujeres". Un amén, pronunciado con sentimiento profundo, concluye la interpretación de la profecía, el supuesto mandato divino revelado por Dios a Jeremías hace cerca de tres mil años, cuando Irak no estaba en planes.
Suena un saxofón, acaba el programa. El espacio se llama La Biblia en tu vida y se emite en la red Cristo Viene, canal 30 en La Paz, y en el dial radiofónico 99,8 de FM. El pastor es "nuestro hermano Ricardo Claure”, dice el sello, “para que su iglesia se prepare, para testimonio a las naciones".
¿Qué sentirían los tres refugiados iraquíes que, al menos, hay en Bolivia? "Supongo que van a indignarse", dijo Elsa, una miembro de Cristo Viene, "pero no podemos callar. Además, la muerte, si emana de Dios, es para bien". Afincado en Cochabamba, Claure ultima su libro Príncipe de Tiro y no concede entrevistas porque, además, "la palabra de Dios no se debate", explicó su hermana Roxana.
¿Qué dice la ley? "Se traspasó el límite que un Estado democrático debe tolerar. A título de un dogma religioso no se pueden violar los derechos de la gente", consideró el secretario de la Asamblea de Derechos Humanos, Sacha Llorenti, quien agregó que Bolivia se comprometió por acuerdos internacionales a perseguir el genocidio, destrucción sistemática de un grupo nacional, étnico o religioso.
A su entender, en "La Biblia en tu vida" se incurrió en instigación y apología al genocidio, porque se alaba el asesinato masivo como voluntad divina, entendiendo que todo lo que emana de Dios es justo aunque no siempre comprensible, pues Claure afirma que "inclusive los pequeños, ¡qué pena!, morirán. Podemos conmovernos pero no evitarlo. No somos quién para juzgar a Dios".
El abogado Héctor Arce expuso que la "libertad de expresión no me permite salir a hablar, por ejemplo, de que hay que matar a los viejos. No se puede justificar o convocar a un delito. Hay que ver si las declaraciones de Claure encajan en eso.
Una cosa es decir que Irak será destruido y otra distinta que ha de ser destruido. En el último caso estaríamos ante una apología del genocidio".
El debate se escenificó en el despacho de la fiscal Alda Blanco. Ella sostenía que "es difícil tipificarlo porque dice que todos los iraquíes deben morir, pero no quién debe matarlos. No dice matad a todos los iraquíes". A su lado, su asistente y abogado Gonzalo Medina no apreciaba instigación a delinquir, "aunque sí apología del delito".
LO QUE CLAURE DIJO
Saddam el soberbio • "Yo estoy contra ti, soberbio", dice el Señor a Jeremías en el verso 31. Hussein es el soberbio. "Un pueblo del norte se levantará", dice el verso 41. Son los EEUU.
Irak y el 11-S • Es algo que caracteriza al babilonio, destruye edificios. Así como los iraquíes destruyeron el primer templo de Jerusalén, lo hicieron con las Torres Gemelas y el Pentágono.
Ojo por ojo • "Conforme a lo que Babilonia hizo, haced con ella", dice el Señor. No escape de ella ninguno, tantos miles murieron en las torres, haced con ella lo mismo. Todos los jóvenes iraquíes van a morir.
Incluso los niños • Irak ha de ser arrasada. Incluso los más pequeños, qué pena pero es profecía y se tiene que cumplir. No somos quiénes para juzgar a Dios. No podemos evitarlo.
Sittel propondrá más control
En el caso del pastor Ricardo Claure, el secretario de la Asamblea de Derechos Humanos, Sacha Llorenti, fija tres campos de responsabilidades dentro del aparato del Estado.
"Si hubo delito, como creemos, los delitos no los cometen las instituciones, sino las personas, y (el caso) le corresponde al Ministerio Público. El control de los canales y radios le compete a la Superintendencia de Telecomunicaciones (Sittel) y la regulación de este grupo religioso le atañe al Ministerio de Exteriores y Culto”, explica.
En el Ministerio Público, la fiscal Alda Blanco sostiene que no hay asideros para instruir una denuncia sólida.
Sittel manifestó su preocupación por el caso y admitió que la actual norma sobre control de contenidos es "insuficiente". Por ello, anunció: "Estamos elaborando una propuesta para que el Ejecutivo cree disposiciones legales relativas al problema descrito por La Razón". Asimismo, pidió la conformación de una "comisión integrada por instituciones públicas, privadas y de la sociedad civil" que defina estándares éticos a los que ajustarse.
El director de Culto, Ramiro Jáuregui, señaló que su labor se limita a mediar entre confesiones en caso de ofensa de una a otra. Si no hay retractación, podría elevar una denuncia para hacer valer el respeto al libre culto.
"Nada se gana con prohibir"
En marzo, el columnista Javier Ortiz, del diario español El Mundo, proponía libertad para defender ideas, no para incitar al delito: "Soy hostil por principio a la prohibición de ideas. Defiendo que todas, incluso las más aberrantes, puedan ser libremente defendidas. Y libremente atacadas, por supuesto. No veo qué podría ganar uno con la prohibición. Quien crea en ellas, que lo diga y trate de justificarlas. Me interesa ver cómo lo argumentan, así fuera sólo para ver por qué flancos atacan y saber por dónde creen que flanqueamos sus enemigos. Convendrá tal vez que precise que estoy refiriéndome a la exposición de idearios, no a la incitación directa a la comisión de crímenes. No es lo mismo tratar de teorizar la supuesta superioridad de la raza blanca que convocar al vecindario para que nos acompañe a cazar inmigrantes negros. Lo primero es un planteamiento ideológico (imbécil, pero ideológico); el segundo se sitúa de lleno en la incitación al delito. «No siempre resulta fácil trazar la frontera entre lo uno y lo otro», se me objetará. Y es verdad. Pero será imposible acertar con el tratamiento correcto de cada caso si no se tiene claro este principio general: la libertad de todos no gana nada con la prohibición de las ideas de nadie”.